lunes, 13 de octubre de 2008

El bueno de Lucky Luck


El día que el viajero bajó por fin de su caballo, arto del incesante trote y molesto por las rozaduras del cuero sobre su cuerpo, comenzó una forma de afrontar el camino diferente. Sin duda los primeros pasos en tierra fueron decisivos para el desarrollo de los siguientes. Acostumbrado al meneo constante a lomos su corcel el mundo parecía girar, ahora, más despacio, con los pies en el polvo.


El rocín no estaba menos perplejo sin su amo y se sacudía violento sin el peso del jinete como incomodo, raro, incrédulo, salvaje y vigoroso dispuesto a afrontar su nueva condición de libertad tan ansiada en el pasado.


Ambos se miraron por última vez antes de decidir su próximo destino con la convicción de volver a encontrarse a la vuelta de sus largos viajes en alguna parada para viajeros sin caballo o quizás, para caballos sin viajero. Así quedaron y así debía de ser.


El día era de sol puesto bajo un manto de nubes, todo era claridad presagio de algo que vendría pero sin ese brillo evidente que muestra la cara nítida y enfocada del bienhallado en una mañana de primavera. Era un día de cambio, de esperanza, de incertidumbre, con luz de sombra y con sol de luna nueva.


Se perdieron de vista en el árido desierto entre los granos de arena y los rayos de sol, cada uno buscando su camino, haciéndolo y recorriéndolo al mismo tiempo, sin pensar en nada más que: lejos es siempre mejor que cerca.


El más bípedo de los dos caminó durante el día guiado por la luz y descansó por las noches bien resguardado de coyotes y otras bestias. Recordó innumerables andanzas, aventuras y desventuras con su compañero que tantos quilómetros pasó entre sus piernas. Recordó el traqueteo constante, el cabello al viento, las paradas bajo la sombra para beber y comer y aquellas noches que ahora pasaba solo, siendo él el primer y único plato del enemigo nocturno.


Recordando al equino en aquellos momentos de soledad y miedo su entrepierna le agradecía el cambio de medio de locomoción, que aunque menos seguro, era también y por supuesto, menos doloroso.